Los sensores. El motivo del destierro del negativo y de que hayamos vivido el nacimiento de la fotografía digital. Los sensores fotográficos son el elemento central de todo el sistema electrónico interno que hace posible generar la información de nuestras fotos, y aun así apenas nos solemos acordar de él a no ser que encontremos motas de polvo.
Pero hay mucho que saber sobre ellos, antes y también después de comprar la cámara. Son sin duda el elemento que más rápido evoluciona y mejora cada año en el vertiginoso mercado tecnológico, a veces tan rápido que cuando crees que conoces la tecnología actual, ya están anunciando una nueva mucho mejor que la anterior. Y eso nos permite obtener cada vez fotos con mayor calidad de imagen (que no calidad fotográfica) y que tengamos mayores posibilidades, pero para ello tenemos que conocerlos, qué nos aportan y cómo diferenciarlos.
1. Sensibilidad y Ruido
El factor clave de un sensor es su capacidad de captar información con el mínimo de luz en la escena. Como ya os explicamos en otra ocasión, al ISO nominal, sea 100 o 200, todo sensor trabaja en su óptimo y aporta la mayor calidad. Pero cuando las condiciones de luz de nuestra escena flaquean y tenemos que subir la sensibilidad, es cuando nuestro sensor se pone a prueba.
Hasta hace unos 5 años los sensores apenas eran capaz de llegar a ISO 6400, que es una sensibilidad bastante alta, pero aun así insuficiente en muchos casos. Hoy, la mayoría de cámaras llegan a ISO 25600 o ISO 51200 (incluso a la espectacular cifra de ISO 400000, como la Sony A7S II), lo que nos permite hacer fotos en condiciones con poquísima iluminación, como de noche en el campo o en interiores cuando sólo hay una bombilla.
Pero no basta con llegar a una cifra de sensibilidad alta: lo que realmente queremos es que llegue a esa alta sensibilidad sin introducir mucho ruido, es decir, que siga manteniendo los colores de manera fiel, homogéneos y con detalle en las formas. Si no, tendremos una foto muy estropeada que no querremos. Por eso es importante no fijarse sólo en los números que nos dice el fabricante que es capaz de alcanzar, sino la calidad con la que llega a éstos. Nos lo muestra nuestro amigo Wall-e con un ejemplo:
2. Cuanto Más Grande, Más Calidad
Aunque dentro de un mismo tamaño de sensor los hay unos capaces de dar más calidad que otros, es una regla casi inevitable que un sensor más grande dará más calidad que otro más pequeño en igualdad de condiciones. Al tener más superficie sobre la que recibir luz, cada fotodiodo encargado de transformar la luz en una corriente podrá ser más grande y así generar una señal más clara. Esto significa que, por norma general, un sensor más grande es capaz de alcanzar una sensibilidad más alta introduciendo menos ruido.
Por eso, en las cámaras réflex de gama baja o media con sensores APS-C actualmente el límite está entre ISO 6400 y 12800, mientras que las cámaras profesionales con sensor Full Frame (que es más grande) se atreven a llegar a ISO 25600 o 51200, porque pueden llegar a esa sensibilidad manteniendo medianamente la calidad.
3. Rango Dinámico
Es una característica de la que no nos solemos preocupar hasta que notamos su carencia. ¿Os habéis fijado que cuando hacéis un contraluz, con vuestros ojos podéis ver la cara del modelo y el fondo, pero en la foto sólo puede salir una de las dos cosas? O su cara bien iluminada con el fondo blanco o el fondo bien iluminado pero con la cara negra.
El rango dinámico es el rango de luminancia en el que el sensor es capaz de captar información, esto es, la sombra más oscura y la luz más clara que es capaz de registrar a la vez en una misma foto sin empastrarlas. El film de negativo o el ojo humano tienen un altísimo rango dinámico, capaz de ver dentro de una habitación y el exterior al sol al mismo tiempo, pero para los sensores este espectro es limitado. Por eso, un sensor capaz de ver ambas cosas al mismo tiempo será mucho mejor, pues nos permitirá conseguir una foto con más información.
4. Profundidad de Color
Es quizás la característica que menos podemos notar a ojo, pues las diferencias son casi inapreciables. La profundidad del color se mide en bits, y denota la cantidad de colores que puede contener el archivo RAW de nuestra foto.
A mayor número, mayor será el matiz de colores que contendrá nuestra imagen. Es difícil apreciar esto en el trabajo del día a día, pero cuando hacer un trabajo de postproceso importante, especialmente en retratos para publicidad o agencias, quieres tener toda la riqueza de colores posible.
5. El Tamaño, los Dichosos Megapíxeles
Es ya sabido por todos (¡al menos eso espero!) que más megapíxeles no es sinónimos de más calidad. El número de megapíxeles -que significa “millones de píxeles”- de nuestras fotos es sólo el tamaño de éstas, es decir, el número de pequeños puntos de colores que forman la imagen.
Un sensor con más píxeles tiene ventajas:
- Cuanto más tenga, más definida podrá ser la foto. Y esto significa que podremos ampliar más la imagen sin que se vean los cuadraditos que forman la imagen, algo muy útil si queremos reencuadrar o acercarnos a algo a lo que no llegaba nuestro zoom.
- También significa que podremos imprimirla a tamaños más grandes sin que se vean los píxeles. Por eso para las fotos de publicidad sí hacen falta el mayor número de megapíxeles posible.
Pero también inconvenientes:
- Para aprovechar toda la densidad de píxeles, es necesario que la calidad del objetivo sea también acorde. Un sensor con muchos megapíxeles exige que la lente sea capaz de producir una nitidez que llegue a ese nivel de detalle, porque si no no sirve de nada. Tendremos muchos píxeles que, aunque no se ven a cuadritos, se ven difusos y sin nitidez.
- Las fotos con muchos megapíxeles, al tener más información, ocupan también más espacio. Esto significa que cabrán menos fotos en cada una de nuestras tarjetas de memoria, que ocuparán más espacio en nuestro disco duro, y que necesitarán ordenadores más potentes para ser trabajados con soltura.
- Cuando un sensor se preocupa de meter muchos megapíxeles, hace que los receptores de luz que tiene tengan que ser más pequeños. Esto, según la clave nº 2, hace que puedan captar menos luz y por consiguiente que generen más ruido al subir la sensibilidad. Y por norma general, en fotografía, preferimos calidad a tamaño. Por eso a menudo los fotógrafos pedimos que hagan cámaras con menos megapíxels a cambio de más calidad a ISO alto.
6. El Factor de Recorte
Como ya os explicamos en otro artículo, un sensor más pequeño implica un factor de recorte que hace que nuestra foto parezca que se hace con una mayor distancia focal. Y esto puede ser también una ventaja.
Aunque haya dicho que cuanto mayor sea el sensor es mejor, también puede darse el caso de que nos interese un sensor más pequeño para poder hacer fotos a cosas más lejanas, aunque eso implique perder sensibilidad. Es el caso de quien busque una cámara para fotografiar animales salvajes o quien quiera hacer fotografía macro. En esos casos un buen sensor APS-C puede ser más útil que uno Full Frame, y por eso muchos fotógrafos profesionales de naturaleza o deporte usan cámaras como la Canon 7D o la Nikon D7100 aunque éstas no tengan un corte “profesional”.
7. El Precio
Por supuesto, el gran limitante en toda ecuación es el precio del sensor. Porque como hemos dicho, podemos encontrar el mismo tamaño de sensor APS-C en cámaras de 300€ y en cámaras de 1500€. Y obviamente el ser más caro es el reflejo de que probablemente aporte más sensibilidad, rango dinámico, profundidad de color o megapíxeles, o todos ellos juntos.
Cuando invertimos en una cámara cara, aparte de otros factores como la calidad de construcción, del visor, la velocidad del procesador… El principal elemento por el que pagamos es el sensor, que al fin y al cabo es el que nos dará, junto a las lentes, lo que realmente le pedimos a una cámara: la calidad de la foto final.